Agnosticismo: Raíces, actitudes y consecuencias

Agnosticismo: Raíces, actitudes y consecuencias

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"Yo soy agnóstico". Durante años ha sido una frase manida de políticos y de algunos hombre de cultura, cuando eran interrogados sobre sus creencias religiosas, en especial a raíz del libro del "viejo profesor" Tierno Galván, ¿Qué es ser agnóstico? (1975).

Rafael Corazón publica una monografía sobre el agnosticismo, en la que analiza con detalle sus raíces filosóficas y describe con notable acierto las características generales de esta actitud vital. Las raíces del término agnosticismo pueden rastrearse hasta Ockham y Descartes, pero básicamente se remontan a Kant, quien trató de probar que la existencia de Dios es indemostrable, y que la cuestión escapa a la esfera del conocimiento intelectual. Con todo, Kant afirmaba que creía en Dios: "Creo en Dios firmemente", escribió. Los agnósticos actuales no creen en Dios, aunque tampoco se sitúan en lo que hoy sería una postura "culturalmente incorrecta" por dogmática: declararse ateos.

El agnosticismo -dice el profesor Corazón- "es por definición antidogmático y, por consiguiente, relativista". Se dice tolerante porque no impone a nadie sus propios criterios, no tiene muy definidas las fronteras entre el bien y el mal, pues desconfía de las teorías, y ha desechado la metafísica. Sólo le queda el sentimiento como guía vital.