La misa: el beso de Dios

La misa: el beso de Dios

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"¡Podéis ir en paz!" Suspiramos aliviados. Ya ha terminado, hemos cumplido y podemos proseguir con nuestra vida. Recitamos fragmentos completos de la liturgia sin titubear, respondemos impecablemente a las palabras del sacerdote y nos sentamos y levantamos en el momento exacto. Asistimos a Misa como quien recibe un abrazo con los brazos cerrados, un beso con los labios inmóviles, un "te quiero" sin inmutarse.

El autor propone un cambio radical de actitud: entrar desde la afectividad. Dice el Papa Francisco que "algunos cristianos tienen cara de pepinillos en vinagre"*: ¿qué cara tenemos en nuestras Eucaristías? La Misa es la invitación al diálogo íntimo de Cristo y el Padre, es la participación en la potencia de su Amor. Lo correspondiente, por tanto, es adentrarse con expectación y vivirlo desde el corazón.